Durante siglos, el archipiélago de Maldivas yació ausente al mundo. En sus atolones los pescadores llevaban una vida tranquila, la palabra aeropuerto era prácticamente inexistente y las selvas no conocían la presencia del turismo. Sería a principios de los años 70 cuando resorts como Baros Maldives llegarían a este archipiélago con la intención de adaptar el mundo al paraíso. Así es Maldivas: turismo e historia concentrados en un mismo lugar.
Maldivas: turismo adaptado al paraíso
En el archipiélago de Maldivas, no lejos de su capital, Malé, existía una isla llamada Kohndhipparu-Baros. Se trataba de un lugar influenciado por el reinado del sultán Hassan Nooraddeen en el siglo XVIII. Un gobernante que cedió la isla a la tribu aborigen Giraavaru para proveerle de los muchos cocos que colgaban de sus palmeras.
Doscientos años después, concretamente el 3 de diciembre de 1973, el nombre de la isla fue abreviado a Baros. El motivo no fue otro que bautizar un resort que ocuparía el atolón a fin de recibir a unos turistas que poco o nada sabían sobre Maldivas. Por aquel entonces no había ventiladores, sólo la brisa del mar penetrando por las ventanas. Al mismo tiempo, los locales intrigados se aproximaron al hotel, descubriendo que se sentían integrados compartiendo pescado con buceadores europeos. Y así, poco a poco, el calendario de meses del invierno europeo en los que Baros permanecía abierto fue ampliándose, dado el éxito del hotel y la proyección internacional de Maldivas.
Durante los últimos años Baros Maldives ha ampliado sus villas y habitaciones, sí. Pero también ha conseguido respetar la naturaleza en la que años vivieron pescadores errantes, fundiendo lo mejor del turismo con los recursos de este archipiélago. Así sería la definición actual de Maldivas: turismo e historia en un mismo combo. Una combinación sobre la que prevalece la constante necesidad por adaptar el mundo al archipiélago más paradisíaco del mundo.